March 03, 2008

cor ad cor loquitur


¿Puede uno llegar a querer a una persona?. ¡¡¡Pues claro que sí, hombre, claro que sí!!!Entre todas las cosas que cambian, lo que menos cambia es el hombre. Todo ha cambiado a nuestro alrededor: conocemos los secretos del átomo, del genoma, de los embriones, hemos tocado la luna y alcanzado planetas lejanos; nuestros aviones han franqueado la barrera del sonido y matamos más y mejor que nunca; un agricultor produce mil veces más de trigo que cualquiera de sus antepasados juntos; dominamos las técnicas de reproducción hasta el punto de no ser necesario acoplarse para dar vida; nuestros coches de hoy mañana son anticuados, conocemos la cara de nuestros reyes y líderes que en otros tiempos se trataba como a dioses, sus arrugas, sus amantes, sus vicios y sus miedos...¡todo cambia!...Pero, ¿y nuestro conocimiento de nosotros mismos? Ni nuestras virtudes ni nuestros vicios han cambiado un ápice. ¿Estamos menos dominados por nuestras pasiones, afectos, pulsiones, angustias o miedos que cualquiera otro de cualquier otro tiempo o cultura?. ¿Estamos más próximos a Dios que cualquiera de los santos de los siglos anteriores?. Nuestros filósofos, ¿son más geniales que Aristóteles, los poetas más que Homero o los escultores más que Fidias?. Leer la cosmología de Dante nos hace gracia –el cielo representado como un escalonamiento de bóvedas-, pero cuando el propio Dante describe los arrebatos y los tormentos del amor, los enamorados de hoy se reconocen en sus versos y tiemblan… como estremece Shakespeare, Cervantes, Sthendal y tantos otros. Como conmueven los sonetos de amor de Quevedo o la poseía de Garcilaso…Sí, somos más poderosos, pero eso no nos ha hecho mejores: más sensibles a la belleza, más dueños de nosotros mismos, más atentos a los demás. Nunca los sabios, los santos y los artistas de la era espacial podrán borrar a Sócrates, o a Francisco de Asís o a Miguel Ángel… es más , al paso que vamos, y por el camino que vamos, ¿podremos llegar a la santidad, a la sabiduría o a la belleza?. Miles de millones personas han cantado canciones de amor de miles de millones de maneras con miles de millones de historias tan parecidas a las que a todos nos han sucedido.. La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta: el amor nos hace ver la grandeza de la vida, incluso en las cosas más tontas. Cada uno tiene su biografía con sus miedos, sus complejos, sus buenos y malos rollos, sus fracasos y sus éxitos… pero nadie puede no amar, o sentirse incapaz de amar a alguien, o a algo. Es, sencillamente, imposible. Está en nuestra naturaleza. Deseo, pasión, intimidad, sentimiento, simpatía, afecto, apego, querencia, folía, ternura, hormona , feromonas o líbido son algo más que palabras, son tuberías que están dentro de cada uno. Y también está el que es más lanzado, o más tímido, más divertido o más aburrido. Hay quien es un romanticón, o el seductor más o menos patético, y el que es un enamoradizo que ve una farola con faldas y ya está diciendo tonterías, y está el triste, el pusilánime que se apena por nada. Hay quien le importa todo un bledo, y el que es un obsesivo de gel, zapatos lustrados, encaje perfecto de complementos de colonia, cinturón y sweater a juego con el color de sus ojos. Hay quien le huelen los pies y eso le hace frágil y débil, y el que cree que la tiene pequeñita y tiene miedo a que algún día le canten “¡¡¡Chiquitita dime por quéééééé!!!”. No pasa nada. Lo que hay que hacer es salir a la calle y andar la vida, conocer gente, sin miedo, sin buscar a nadie, tan felices y tan campantes. Todo llega de un modo fatal: eros, el diosecillo-niño con los ojos vendados, se encarga del asunto. Esa venda que da a entender que no se sabe por qué el enamoramiento se da entre esas dos personas precisamente. La verdad es que a veces el niño ése en ocasiones es un poquito cabrón y se levanta la venda y apunta y estás perdido. total: ¿Puede entonces uno llegar a querer a una persona? ¡Claro que sí! ■ ae

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