July 29, 2008

...cuando cuesta creer...

Si aún surge del desaliento
el aire de una canción,
si todavía algún príncipe duda
entro el trono del rey o la ley del talión,
si aún arde el último clavo
que despidió el hormigón,
si todavía hay alguna bandera
que tenga por patria ninguna nación...
ay, amor, es porque existes,
aleluya, aleluya
Si aún tienen rabo las nubes
que duermen en el desván,
si todavía hay quien sepa que "escrúpulo"
no es un parásito del alacrán,
si aún son los besos de Circe
la causa del talismán,
si todavía es el fruto del árbol
del bien y del mal un atávico imán
ay, amor, es porque existes,
aleluya, aleluya
Si aún se persiana un suicida
antes del salto mortal,
si todavía la carne de la soledad
se perfuma con flores del mal,
si aún no ha domado la Bestia
el alma del animal,
si todavía aletea algún pájaro dulce
entre tantas estatuas de sal
ay, amor, es porque existes,
aleluya, aleluya
Si aún no soporta el vampiro
no verse en su identidad.
si todavía hay quien tenga el honor
de ser cómplice del crimen de la verdad,
si aún no han aislado el genoma
del clon de la Trinidad,
si todavía es un vals lo que bailan,
ingrávidas, las fuerzas de gravedad
ay, amor, es porque existes,
aleluya, aleluya ■ http://fr.youtube.com/watch?v=t3NAumo4BQI

InCerTiDumBre

Probablemente a nadie le pasa desapercibido que el inicio de la adolescencia es cada vez más temprano, y que vivimos en un mundo de niños que se creen grandes y de grandes que se creen niños, según la situación les convenga. La constatación de esta realidad sirve para entender la inmadurez emocional de las audiencias. Y digo ésto porque la insistencia de que Batman sea elevado al nivel de figura mitológica sirve para entender nuestra época: un mundo en el que muchos añoran que el mundo mismo les vuelva a prestar atención. Bruce Wayne, en este sentido, es el mejor representante de ese sentimiento, es el "huérfano perfecto": hijo de millonarios, tiene por tutor a su mayordomo que lo acompaña en ese precario intento de hacer cosas de adulto, en éste caso nada menos que salvar al mundo. Con The Dark Knigth asistimos a una película de límites y marcado carácter obscuro. Como fuerzas imparables y opuestas, el choque entre el bien y del mal es irremediable; y en esa guerra constante, cada una de las partes eleva por turnos su apuesta a límites insospechados. La mafia, Batman, Gordon, Dent, terminan por actuar al borde -o incluso rompiendo- sus propios códigos éticos, ya que Joker es tan salvaje y anárquico que es imposible detenerlo sin caer en excesos de ningún tipo. Durante dos horas y media el libreto nos pone delante de situaciones límite sin cesar una y otra vez. Ciertamente hay roces entre Rachel y Bruce/Harvey, pero carecen de tiempo y espacio para resultar interesantes. El sentido épico de Batman Begins no está presente aquí; por el contrario tenemos una catarata de acertijos que crea Jocker y que son tan apasionantes como mortales. Desde el ultimatum para que Batman revele su identidad, los atentados contra las autoridades de turno, la carrera contra reloj para salvar dos vidas, decenas de situaciones que marcan el paso según los tiempos de Joker que es, sin duda, quien roba la atención. No me atrevería a decir que éste joker es mejor o peor que el de Jack Nicholson. Son distintos porque funcionan en frecuencias distintas. Este es un ser humano demente y peligroso, un sádico enfermo y a la vez inteligente capaz de planear meticulosamente cómo lograr la anarquía y que en cada carcajada esconde un alarido de pena. No es un villano pintoresco con frases graciosas, sino un demonio a evitar. La motivación del personaje es tan simple como el blanco y el negro: el caos. Pero no el caos de una ciudad o de una fuerza de policía, sino el caos de la mente humana. Joker nos hace preguntarnos ¿Hasta dónde estás dispuesto a caer sin darte cuenta? Y, lo más importante, ¿Cuánto tiempo estás dispuesto a quedarte en el piso, sólo por diversión o falta de opciones? En medio de todo esto, el director (Nolan) nos presenta a un Jim Gordon como la solidez de las instituciones humanas y propias que nos creamos en el proceso de idealizar nuestros sueños y nuestros fines, mientras que Harvey Dent aparece como esta delicada línea entre cruzar la obsesión con la peligrosa debilidad del miedo al fracaso. Y, casi sin darnos cuenta, entreteje una simple y sencilla historia que parte de la premisa más elemental de estas historias: hay un villano que amenaza el status en el que nos desenvolvemos como individuos y como sociedad. Joker no es un criminal cualquiera como con los que Batman está acostumbrado a lidiar día con día -o, más bien, noche tras noche-, porque su impredictibilidad juega con el más esencial temor de los hombres: el primitivismo de la incertidumbre ■ ae

July 25, 2008

Monsieur Bovary (III y último)


En fin, he querido medioresumir lo que cuenta Flaubert por la asomborsa semejanza que tiene con tu vida, y porque das la impresión de no haber tenido nunca el coraje de asumir día a día la realidad y has preferido refugiarte –a través de tu universo de mentiras- en tus sueños. Pudiste ser un alma grande: estabas lleno de ilusiones y esperanzas, pero no quisiste nunca aceptar que la esperanza se construye con el trabajo diario, con la pequeña lucha de cada hora, y se te fue progresivamente convirtiendo ésa esperanza en ilusión, la ilusión en sueños, y el sueño en vagabundeos mentales que te permitían vivir una película de cine que no era tu vida. Mejor que entregarte sincera y limpiamente a los demás, intentaste nadar con la imaginación en tus caprichos. Y así la vida se te ha ido llenando de nostalgias primero, de vacío después, luego de repugnancia hacia cuanto te rodea, al final de rencor contra ti mismo y contra la vida, «que no te daba aquellos sueños que creías merecer». Sin embargo no has logrado burlar a la realidad, que sigue esperándote fuera, al borde mismo de tus sueños y que te dice –te grita- que empiezas a quedarte solo, que estás solo. Tú –te lo he oído gritar muchas veces- echas la culpa de tus fracasos a los lugares en los que has vivido, a tu «mala suerte» a la hora de elegir con quien salir. Incluso culpas a Dios y tienes el descaro de gritárselo, aunque después le consagres casa y le pongas a cada habitación un nombre religioso y promuevas el Jardin de María. Este es uno de ésos muchos sinsentidos tan tuyos que nunca logré comprender, y es que, seamos francos, no te has atrevido a reconocer que la verdadera culpa es tuya por haber olvidado que la felicidad tiene que construírsela cada uno entregándose al amor, un amor que es generosidad, paciencia, respeto a los demás, olvido de sí mismo. Has jugado durante años y años con varias personas a la vez, y ya la vida empieza a pasarte factura, pues los años han seguido su curso y tú no logras volverte atractivo humana ni espiritualmente, para nadie y la prueba –una de tantas- está en tu fracasado proyecto de matrimonio y todo lo que ha venido después. El día que te marchaste gritándome traidor y diciendo que nunca había sido tu amigo, me diste una gran lección, y la aprendí. Comprendí de una vez y para siempre que hay amores –¿amores?- que sorprenden por su absurdo y sin sentido. Hay animales, que al verse privados de la cría que celosamente amaban y daban calor, en poco tiempo, los encuentras dando calor a otra que ha llevado a su guarida y se le entrega con el mismo amor y ternura. Comprendí que los humanos no estamos tan lejos de ellos. El sujeto de su amor para muchos no tiene tanta importancia: a penas hay intercambio. Ni siquiera es necesario: es el puro instinto, ciego e irresistible, incapaz de elegir y de comunicar que se agarra a cualquier persona para satisfacer una necesidad, probablemente anónima. Necesidades difíciles de definir y que esconden una necesidad de querer y de escapar de no se sabe qué...habría que buscar en la infancia. Y tú sabes que ahí –en tu infancia- hay situaciones que no has querido enfrentar ni resolver. Cuando ves una gata amorosamente entregada a un muñeco de trapo, al menos a uno, se le ocurre que es la perfecta imagen de algunos y algunas que sacrifican su vida a una persona con el que no han tenido más intercambios que los que podía haber tenido un animal. Y lo más triste es que los desdichados que son el sujeto anónimo de esa entrega instintiva se creen escogidos, especialmente elegidos y queridos por sí mismos. Y no es así. Aquel día hablabas –son tus palabras, las conservo- de «un dolor frío y hondo que me corta los pulmones y que cargo desde hace muchos días y noches», haciendo referencia a mi traición. ¿Consideras traición el haber enfrentado tu realidad? ¿Traición fue sugerirle a aquella niña que se atreviera a conocer que hay detrás de coches y marcas y restaurantes caros? "Es un cuate que vende muy bien", dijo alguien de ti, ¡y qué razón tiene!. Dolor frio y hondo son más bien el resultado de tus mentiras y de jugar con los sentimientos de las personas, como la noche aquella en que aquella chica fue a cenar a tu casa y nos contó a ti y a mi en la mesa cómo pensaba que era tu novia, incluso contó cómo lloraba por ti cuando veía tu coche en la calle ¿recuerdas?. Dolor frío y hondo, en fin, el resultado de una vida pobre como la tuya. Mucha pantalla, y la pantalla se rompió, y se volvió vieja, hasta el dia de hoy ■ AE

Monsieur Bovary (II)

Emma Bovary era una muchacha generosa, pero cobarde; ambiciosa, pero débil y voluble. Y la clave de su vida está en esa fuga hacia los sueños cuando la realidad no le gusta. Hasta que un día todos los sueños muestran que no hay sino vacío tras la máscara, y la realidad más horrible la atrapa. Ya de niña era alguien que, apasionada por los espejismos, se vuelve prisionera de sus propias mentiras. Como el mundo que le rodea es feo, toma la costumbre de construirse en su cabecita unos universos encantadores, y más que en el mundo, vive en sus cuentos de hadas, en las páginas de las novelas románticas de las que se alimenta. Tampoco en el colegio vive como lo que es. Prefiere fantasear sobre cómo sería su vida si ella fuera una de sus compañeras ricas de ciudad, o sueña en la vida mística de las religiosas del colegio, o reconstruye mentalmente su vida disfrazada de una de las heroínas de la literatura que estudia. Su alma está llena de los vaporosos anhelos que fabrica su calenturienta imaginación. Arde en deseos de emociones fuertes, aventuras que le permitan evadirse de la aburrida cotidianidad. Poco a poco sus sueños se van concentrando en torno a la palabra «amor». Un amor que no será su entrega a otra persona, sino una especie de exaltación de sí misma, la llave que le abra la puerta de todo ese mundo fabuloso de placeres, de sueños, de aventuras, de misterio, del que hace tiempo se ha enamorado su alma. Va reuniendo las migajas de todas las historias de amor que le cuenta la literatura y construyendo con todas la fábula de la que ella será protagonista. Tal vez porque nadie le ayuda a descubrir la verdadera realidad, tal vez porque este amontonamiento de sus sueños le impide verla, Emma se siente ausente de la faz de la vida. No le gusta su casa. Le aburre todo lo que la rodea. Busca tubos de escape en la música, en el dibujo, pero aún esto le cansa al poco tiempo cuando pierde su caparazón de sueños. Por eso cuando Charles Bovary la pide en matrimonio Emma acepta inmediatamente no porque le quiera –Emma sólo se quiere a sí misma-, sino porque el matrimonio le parece una experiencia que vale la pena intentar. Tal vez sea la aventura que le saque de la mediocridad, del aburrimiento de la granja en que vive. Pero ¿quién es Charles para ella? Nadie, en realidad. Emma no llega a verle porque sus ojos están velados por las ideas preconcebidas que tiene sobre el matrimonio. El pobre médico rural es para ella el posible príncipe encantado, un simple pretexto para el reverdecimiento de sus sueños. Y una vez comprometida, retorna a sus fantasmagorias. Le gustaría casarse a las doce de la noche, entre un bosque de antorchas. El decorado tapa de nuevo la realidad. Nada parece descubrir del compromiso humano que el matrimonio encierra. Se queda con la piel de la aventura. E invierte su noviazgo en pensar en el vestido, en el banquete de bodas. ¿Charles? Sigue sin existir para ella. No le ama. Ama su propio fantasma. Y la desilusión no tarda en llegar, porque todos los espejismos acaban por escaparse. «¿Cómo? Pero ¿no es más que esto?» Esta es la terrible frase que Emma se repite en los primeros meses de su matrimonio y que la define aterradoramente. Emma había soñado un viaje de novios sin fin, un idilio interminable en el país de los cuentos. Pero los fabulosos paisajes de sus sueños quedan pronto sustituidos por la realidad cotidiana de la pequeña aldea. «¿No es más que esto?», se pregunta, mientras, por medio de sus sueños, empieza a abrirse paso, día a día, la áspera realidad, las dificultades de la vida, la mediocridad de las horas, que avanzan mucho más lentas que en las fábulas. Y la soñadora, que no ha sabido ver a su marido en la realidad, ahora se embarca en otros sueños mucho más crueles: los que agrandan las zonas negras de la realidad. Si antes no vio a Charles como hombre, ahora sólo ve sus defectos. Los estudia, los analiza, siente que se le clavan dentro como agujas. Y se dedica a espiar los pequeños tics de Charles, sus menores gestos. Y empieza a odiarle por todas esas pequeñeces. Todo se le vuelve insoportable: «A los postres, cortaba los corchos de las botellas vacías; después de comer, se pasaba la lengua por los dientes; al tomar la sopa, cada cucharada era un ruidoso sorbetón.» Con su imaginación aumenta desmesuradamente estas pequeñas manías que, multiplicadas por ella, tienen la virtud de engendrar el aborrecimiento. «M fantasía –dice- me hace aborrecer a los que resoplan comiendo.» Si Emma hubiera amado de veras a Charles, la ternura hubiera corrido un velo sobre estos pequeños defectos. Habría, tal vez, ayudado a corregirlos; habría, quizá, hasta conseguido ese milagro que hace que dos que se quieren logren unirse más a través de sus fallos y menudencias. Pero Emma no ama. Y se encarniza en ver esos defectos. Casi se alegra al comprobarlos, porque eso le permite justificar la desilusión que siente, la amargura que la está invadiendo. Por un momento parece que su marido va a convertirse en un hombre importante gracias a una operación quirúrgica que intenta. Y Emma se vuelve ilusionar, imaginándose casada con una celebridad. Pero el fracaso de su marido aumenta su repugnancia hacia él. A todo ello se añade su fracaso en lo sexual. Emma se ha imaginado un acto matrimonial poético, exultante, de puro deliquio. La realidad la hiere, se siente estafada. Tanto más cuanto que su marido parece sentirse satisfecho con esa efímera felicidad. Y Emma comienza a odiar la idea de resultarle placentera, se odia a sí misma por el hecho de satisfacerle. Con lo que, lo que debió unirles, abre aún más el foso de su separación como seres humanos. ¿Tal vez la maternidad cambiará las cosas? Emma no puede ya dejar de ser corno es y también la llegada de su hija se reduce a algo pintoresco: ya tiene una muñeca con la que jugar, a la que vestir, a la que mimar. Y así, mientras Charles se vuelve más humano cuando se acerca a la cuna de su hija, Emma sigue encerrada en sus sueños personales. Y la separación con su marido se hace más visible. Cuando él va a acostarse, «Enma se hacia la dormida, y mientras se arrebujaba a su lado, ella despertaba a otro mundo: el de los sueños». Sueños que ya eran culpables: en todos ellos Emma se vela a si misma huyendo con otro hombre a una aventura apasionante. Pero la que ha fracasado en el amor matrimonial, fracasará también en el amor adúltero. Porque ni León primero ni Rodolfo después logran darle lo que no le dio Charles. En realidad, tampoco existe ninguno de los dos sino como ocasiones para que Emma siga soñando. Son simples pretextos para seguir inventándose a sí misma. Los dos tienen algo más de héroes de novela, pero ambos muestran pronto su vulgaridad de mediocres conquistadores. Y tras la farsa de la aventura corrida con ellos, cuando se pierde la emoción del descubrimiento prohibido, aparece el vacío, la sordidez de ese falso amor. Y ya a Emma no le falta más que descender al triste desenlace de su vida. La realidad, antes o después, cobra su factura, y quien no supo vivir la de cada día, se da ahora de bruces con la realidad de su fracaso. Sólo falta el veneno y la horrible muerte de alguien que, tras haber vivido persiguiendo la falsa imagen de sus sueños, termina sin haber conocido un verdadero amor (continúa) / AE

July 24, 2008

Monsieur Bovary (I)

Nunca pensé que tu vida tan teñida de gris fuera a ser el motor para escribir. Te imaginé muchas veces como uno de ésos amigos con los que uno va caminando por la vida, con periodos de más o menos convivencia, con periodos de silencio, pero siempre con la certeza de que se camina por el mismo camino. Y me equivoqué. Me equivoqué profundamente. Ahora que lo pienso, pasado ya un tiempo, lo que me mueve a escribir es la manera en la que te marchaste: escupiendo a la cara y gritando ¡traición! Es curioso –y melodramático a la vez- pues con tú mismo, con tu vida das la impresión de alimentarte a base de traiciones, empezando por ti mismo: cuántas traiciones te has jugado sin siquiera darte cuenta. Y las traiciones a los demás. Nombres son cosas que la pluma, por pudor, no puede –no debe- escribir. ¿Debo empezar a contar esta historia por tu historia personal, o por la mía? Quizá por la mía, en todo caso soy yo quien escribo, y porque además en tu historia es difícil saber dónde comienza la verdad y cuál es ya el territorio de la fantasía. Y te aseguro que no soy el único que piensa así. Te conocí en el sitio donde yo trabajaba, y rápido llamaste mi atención. Nunca antes te había visto, ni teníamos –ni tenemos, ni tendremos- amigos comunes. Conversábamos durante los pocos segundos que tardaba en espumar la leche para los lates y los capuccinos. El tiempo se encargó de volvernos a juntar y de empezar a convivir con más frecuencia. Se juntaron el hambre y las ganas de comer, podríamos decir. Pasaron los meses y empezaste a saber más cosas de mi vida: mis vergonzosos y terribles porqués. Y yo una parte pequeña de los tuyos ¡qué bien te cuidabas de no mostrarte como eras! No mucho tiempo después enfermó tu madre y tú, sabiendo mi condición, me pediste que estuviera cerca de ella ¡tenías todo tan bajo control! No lo dudé ni un momento, y me porté con ella y con los tuyos irreprochablemente. Conocí entonces a tu padre y a cada uno de tus hermanos que –dicho sea de paso- han sido siempre amables y agradecidos, al que tú llamas el traidor inclusive. Sabes, nunca me creí que él era el malo del cuento. Además, el que es malo no lo es con todos, como dice la sabiduría popular. Aun con todo, me puse de tu lado, y te escuché siempre con atención. Con el paso del tiempo llegamos a ser buenos amigos, o mejor dicho: estupendos camaradas y compañeros de viaje, pues los amigos se hacen el bien, y tú y yo no nos hacíamos bien alguno. Viste mi vida, y me ayudaste económica y anímicamente en algunos momentos, y siempre lo reconoceré y lo agradeceré. Me marché de Guadalajara y al poco tiempo recibí la invitación –electrónica, desde luego- de tu boda, invitación en la que nos hablabas de una ceremonia religiosa quién sabe dónde (¿era en Roma?) y celebrada por no sé qué pratiarca importantísmo. El asunto era poco claro, o mejor dicho: mentías, como siempre. Te casabas con una persona que había sufrido un divorcio y éso te traía nervioso. Muy poco tiempo después la boda se canceló (¿te cortaron o cortaste? Nunca lo supimos) y la vida siguió. Hoy me detengo a ver tu vida y entiendo muchas cosas, entiendo sobre todo y mejor que nunca –porque no es la primera vez que te lo digo- que estás enfermo. Profundamente enfermo y necesitado de una profunda ayuda médica y espiritual, aunque tú te niegues a reconocerlo. De todas las enfermedades que puede sufrir un ser humano, la más peligrosa es el bovarysmo. Un alto porcentaje de los fracasos en las relaciones interpersonales –noviazgos, matrimonios y amistades- provienen de ella. La historia que cuenta Flaubert es mucho más que la historia de un adulterio. Es el análisis de un alma que se negó a vivir, encerrada como estaba en sus sueños, y que, de sueño en sueño, se fue precipitando hacia el desastre y el suicidio. ¡Cuánto me recuerda a ti! Te cuento (continúa) / AE 

July 19, 2008

"Basura"

Me escribe un amigo y me cuenta cosas que me hacen pensar ¡vaya que sí! (...) Se aprende en esos ambientes. Ves la vida como Dios la ve: gente sin disfraces, sin máscaras. Allí todo es pulsión, vidas primarias, miseria al descubierto: pero si sabías mirar de otra forma, se mezclaba lo sórdido y lo sagrado. Ése es el peligro que tienen los barrios pobres de las ciudade. Se confunden los pecados de los solitarios, de los pervertidos, de los infames, del egoísmo más atroz, los herederos de los piratas borrachos, de los presos a galeras que a latigazos soñaban con mujeres como éstas, blasfemos de un Dios que no ven, y eso, junto a la necesidad de sobrevivir, la pura supervivencia del día a día, y a la vez, encuentras la ternura, la sinceridad más salvaje, el dolor. El Bagdad y la Iglesia de Santa Mónica. Si remueves con un palo un charco de mierda puedes ver el reflejo del sol entre las miasmas: sí, Dios también está allí. La luz – Yo soy la Luz del mundo- también se refleja…¡y de qué modo! ■ Gracias, Suso por compartirlo.

la gloria y el infierno


nunca mejor dicho:

¿Cual sera la diferencia
entre la fe y la ciencia?
Somos santos y demonios,
somos invencibles.
Somos fieles y traidores,
somos imposibles
■ Fangoria

July 17, 2008

Cuando todo esto se acabe,
cuando no haya vuelta atrás,
empezaré a arrepentirme
según es habitual

Cuando al fin se termine,
y sé que terminará,
tal vez podamos mirarnos
sin llegarnos a odiar

Ahora que ya no es posible
lo volveré a intentar;
tropezaré en mí misma
como me suele pasar

Ah, pasado el tiempo
ah, me olvidarás
aunque nos dé rabia
ah, siempre ocurre igual

Ah, ya no es posible
ah, no hay vuelta atrás
ah, y me arrepiento
ah, según es habitual

Cuando el final se despeje,
cuando nos deje pensar,
quizá podamos incluso
hablar sin dificultad ■ la buena vida

suele suceder

Pasaste por encima de mí
como pasa el silencio en el mar,
y yo no te supe amar,
ni te lo supe decir.

Pasaste como una colada
de lava dorada y furiosa,
y yo no me di cuenta de nada,
pensaba siempre otra cosa.

Por encima de mi pasaste
igual que la vida que pierdo,
y te escribo porque me olvidaste,
porque yo sé que me amaste,
y al escribirte me acuerdo ■ rr

July 09, 2008

la diferencia entre usar mayúsculas y minúsculas


Así como Tú vienes a escucharme,
vengo yo a decirte a donde voy,
en mi voz Tú tratas de encontrarme
y yo intento contarme como soy.
Tú me escuchas hablarte de las cosas,
soñar, llorar y hasta reír,
yo en mi grito la verdad quiero vivir,
yo sé que hay verdades dolorosas.
Lo mejor de mí es Tu sonrisa,
Tu llanto, Tu alegría, Tu lamento,
lo mejor de mi está en Tu brisa,
en este tiempo Tuyo que sin prisa,
Tú dedicas a presentir mi sentimiento.
Lo mejor de mí es la Palabra,
lo mejor de mí me has regalado,
lo mejor de mí es Tu mirada,
Tu huella en esta playa abandonada,
donde escribo para ti abandonado ■



(Me gustó , así es que con el permiso de Don Rafael Reyes López de Neira -ni idea quién es- lo copio y lo pego y lo hago mio. Mio en el sentido de que pienso lo mismo que él)
Escribo persiguiendo a la vida mientras la vida se escapa. Yo escribo porque busco la Vida, la única que sé nunca voy a perder. Yo escribiré siempre, hasta el día en que, totalmente vivo, me muera ■

July 07, 2008

¿derrotado?

La final del torneo de Wimbledon (2008), entre Roger Federer (Suiza) y Rafael Nadal (España), estuvo, no solamente llena de dramatismo, sino sobre todo, llena de finura y clase. Los dos demostraron una impecable caballerosidad y sobre todo una enorme humildad. De veras que daban ganas de llorar cuando, al final del partido, durante la entrevista pública que les hicieron en medio de la cancha, Roger hablo muy respetuosamente de su contrincante, mientras que Rafa, el triunfador, no hizo más que poner muy en alto el nombre de Roger. Esto es lo que yo llamo un juego entre caballeros. LOS DOS SE MERECIAN EL PRIMER LUGAR. Impresionante ver la ecuanimidad de ambos jugadores, una vez terminado el dramático partido. Ojala y los seres humanos aprendamos un poco más sobre como competir, sin trampas, ni rencores, sin rabietas, ni enojos, sin echarle la culpa a nadie; al fin y al cabo, lo importante es COMPETIR Y VOLVER COMPETIR. FRACASAR no es cuestión de perder un partido, así como GANAR, tampoco es cuestión de ganar un partido Las personas siempre estamos en un eterno balance entre perder y ganar, entre acertar y fallar, entre reír y llorar. EL QUE GANA, no quiere decir que ya gano para siempre, y EL QUE PEIRDE, no quiere decir que ya perdió para siempre. Y así es la vida SOLO ESTA DERROTADO EL QUE HA DEJADO DE LUCHAR, sin embargo, EL QUE SE VANAGLORIA DE SUS EXITOS, ha alcanzado la mayor de sus DERROTAS ■ robert solis

July 05, 2008

diStiMia

Leemos mal el mundo
y decimos que nos engaña.
Renegamos de Dios porque nos regaló la libertad
y libremente la usamos para el mal.
Les contruimos alas a los hijos -también los que se engendran con el espíritu-
y lloramos cuando las usan.
Miramos el bosque como un obstáculo
cuando está lleno de jardines.
Esperamos que la suerte mejore nuestra vida
y nos ponemos a su merced.
No encontramos tiempo para nada
cuando perdemos el tiempo buscando ese tiempo.
Viajamos buscando la paz
cuando está escondida dentro del pecho.
Encendemos la luz
cuando deberíamos cerrar los ojos.
Callamos
cuando deberíamos cantar.
Hablamos
cuando deberíamos escuchar.
Nos quedamos parados
cuando deberíamos bailar
sin parar ■ ae