Tan distintas son las mañanas… unas veces son noches extendidas hacia el alba, días que se prolongan hasta el nuevo sol… -en algún momento llegara el sueño breve que rompa el curso. Otras veces son renaceres, nuevas vidas que se nos regalan después de un sueño feliz y abandonado… -estrenamos un alma renovada, rebosante, dispuesta a disfrutar el nuevo día-. Los idas rompen entonces en la almohada como las lentas olas en el dique, haciéndose espuma blanca de sueños, lluvia invertida hacia el cielo nocturno de la fantasía. Mañanas amorfas e indecisas que uno quisiera evitar, prolongando el sueño, el dulce estupor del sueño hasta la hora en que ya solo cabe esperar otra vez la noche. Y mañanas de angustia y pesadumbre ante el día amenazante, con su reto ineludible que destruirá mas aún nuestra entereza, que arrastrará mas abajo nuestra esperanza. Mañanas que nos despiertan cansado, impulsados ciegamente, como única alternativa, al suicidio cotidiano. Y las dulces mañanas de cuando niño, absolutos despertares, nacimientos repetidos, cuando cada día era nueva la vida que lentamente se iba definiendo mientras nuestra madre nos recordaba que había que tomar el desayuno y prepararse para ir a la escuela. Y mañanas de la vejez, cuando la vida ya no importa, cuando importan mas los sueños, los dulces sueños que nos traen escenas de nuestra vida pasada, felizmente recompuestas… -aquellos rostros jóvenes, aquellas personas queridas…- Mañanas que intencionadamente prolongan los sueños hasta que la luz del nuevo día deja las evidencias del ocaso en nuestro horizonte -ese dolor de huesos, la náusea de las mañanas… Hay tantas mañanas distintas como edades en nuestra vida, como estados en cada edad… hay tantas mañanas distintas… como estados en la mar ■ ae
June 19, 2008
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