L’amour à demi fidèle, c’est une aimable plaisanterie, tout comme la demi-sincérité ou la demi-confiance, confiante à moitié, ou la petite vertu. Car l’amour ne connaît qu’une mesure: le Maximum; qu’un degré: le Superlatif; qu’une seule loi: le Tout-ou-Rien.” (Vladimir Jankélévitch, Les vertues et l’amour, 1970).
El amor medio fiel no deja de ser una broma amable, como la sinceridad a medias, la medio confianza o la pequeña virtud, porque el amor sólo conoce una medida: lo Máximo; sólo un grado: el Superlativo; sólo una ley: Todo o Nada... Yo lo pondría aún más difícil que Jankélévitch: sólo puede haber en la vida un máximo, un superlativo y un todo o nada; es decir, sólo puede haber un amor. Si hay varios, ninguno es amor. El amor excluye el antes y el después. Cuando aparece, nos damos cuenta de que no era amor lo que creíamos amor. Cuando aparece, negamos cualquier epifanía futura del amor ■ ae
El amor medio fiel no deja de ser una broma amable, como la sinceridad a medias, la medio confianza o la pequeña virtud, porque el amor sólo conoce una medida: lo Máximo; sólo un grado: el Superlativo; sólo una ley: Todo o Nada... Yo lo pondría aún más difícil que Jankélévitch: sólo puede haber en la vida un máximo, un superlativo y un todo o nada; es decir, sólo puede haber un amor. Si hay varios, ninguno es amor. El amor excluye el antes y el después. Cuando aparece, nos damos cuenta de que no era amor lo que creíamos amor. Cuando aparece, negamos cualquier epifanía futura del amor ■ ae
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