Después de la enigmática, y a nuestros oídos incomprensible, frase “Dios mío, por qué me has abandonado?”, es fácil decir, como Benedicto XVI, “cuando pasó esto, ¿dónde estabas, Dios?”. Sin la una no se entiende la otra.Pero es un misterio. Y delante de un misterio de éste tipo, desgarrador, absurdo, inhumano, hay que acercarse con delicadeza y realismo: lejos de bellas palabras más o menos poéticas. Creemos haber avanzado mucho, sin embargo, no hemos conseguido disminuir ni un centímetro la montaña del dolor, del horror y de la barbarie. Tenemos una enorme capacidad de buscar nuestra desgracia. Y también una inmensa capacidad de olvido. Somos muy egoístas: millones de personas preferimos vivir como si el dolor no existiera: nos dedicamos a vivir nuestras vidas y pensamos que ya se planteará el problema cuando «nos toque».No sabemos nada del dolor, y menos aún de su por qué. ¿Por qué, si Dios es bueno, acepta que un muchacho se mate por una broma bien intencionada de un amigo, dejando destruidos a los suyos? ¿Por qué sufren los niños inocentes?... ¡cuántos millones de personas se vuelven contra Dios y le gritan “ cuando pasó esto, ¿dónde estabas?”. Juan Pablo II afirmaba : El sentido del sufrimiento es un misterio, pues somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones… pero sabiendo siempre que nunca explicaremos el dolor de los inocentes. Más importante que explicar el dolor es combatirlo. Por eso, ¡benditos los médicos, las enfermeras,los misioneros, los voluntarios y cuantos se dedican a curar cuerpos o almas, cuantos luchan por disminuir el dolor en nuestro mundo! Y descubrir que «todos» somos mutilados de algo: a aquel se le murió un hijo, éste está sin trabajo, otro presenció una masacre, una se quedó sin un amor correspondido, o está llena de cardenales en el alma y en el cuerpo… Sentirme especialmente desgraciado me parece estúpido y, sobre todo, indigno.
Vivir de espaldas al dolor ajeno nos hace mediocres…y este mundo un poco más inhóspito ■ ae
Vivir de espaldas al dolor ajeno nos hace mediocres…y este mundo un poco más inhóspito ■ ae
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