Todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo: tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado, tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de derruir y tiempo de construir, tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de llevar luto y tiempo de bailar, tiempo de tirar piedras y tiempo de recoger piedras, tiempo de abrazar y tiempo de dejarse de abrazos, tiempo de buscar y tiempo de perderse, tiempo de guardar y tiempo de desechar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar y tiempo de hablar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz ■ Con éstas palabras de Qohélet y los apuntes sobre la amistad cerramos un ciclo -ciclo maravilloso y lleno de alegría- y nos despedimos: Ya no hay más Crónicas de un viaje anunciado. La vida continúa, y cada uno sigue el camino que, en conciencia, ha decidido seguir ■ Domingo dos de Noviembre del Dos mil Ocho ■
November 02, 2008
November 01, 2008
Apuntes sobre la amistad (I)
Hoy más que nunca es el momento de pensar que entre amigos es mejor no buscar la utilidad, sino que a ella—a la amistad—se ha de ir más para dar que para recibir, pues nada perfecciona tanto a un ser como dar a otro lo mejor de sí mismo. Una verdadera amistad es sólo la que enriquece a los dos amigos, aquella en la que uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Ser un buen amigo o encontrar un buen amigo sean las dos cosas más difíciles del mundo: porque suponen la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Suponen, además y sobre todo, un doble respeto a la libertad del otro, esto sí que es un simple milagro. La verdadera amistad—la idea es de Laín Entralgo—consiste en dejar que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que debe ser. ¡Y qué difícil esta frontera que limita al Norte con el respeto y al Sur con el estímulo y ¡qué enriquecedora esa amistad que maduran los años y en la que nos sentimos libres y sostenidos, aceptados tal y como somos! A lo largo de la historia la amistad se ha definido de muchísimas maneras. Para Horacio un amigo era la mitad del alma. Agustín de Hipona no vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos. Ortega y Gasset escribía que una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo y Kant la llamaba el viejo cisne negro, pues cada día es más difícil entrar amigos que valen la pena. Aunque quizás la más acertada de todas las definiciones es la de Faguet: la amistad es una confianza en el corazón que conduce a buscar la compañía del otro –hombre o mujer- elegido por nosotros entre los restantes y a no tener miedo de él, a esperar de él apoyo, a desearle el bien, a buscar ocasiones de hacérselo y a convivir con él lo más posible
Apuntes sobre la amistad (II)
Tal vez la pagina más hermosa que se haya escrito jamás es aquella en la que San Agustín narra la muerte de un joven amigo, con lágrimas y desgarramientos que hoy—que impera la gelidez y la frialdad—nos parecen casi melodramáticos, pero que son terriblemente verdaderos. «Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba descanso ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose de ir dentro de mí, y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni en los juegos y los cantos, ni en los lugares aromáticos, ni en los banquetes espléndidos, ni en los deleites del lecho y del gozar, ni siquiera en los libros y en los versos descansaba yo. Todo me causaba horror, hasta la misma luz; y todo cuando no era lo que él era, aparte el gemir y el llorar, porque sólo en esto encontraba algún descanso, me parecía insoportable y odioso». Sí: nunca se ha dicho mejor lo que es la amistad y lo que implica su pérdida. Los que hemos perdido amigos en algún momento de la vida lo comprendemos. Ese vacío total, esa sensación de insipidez en todo lo que nos rodea, esa seguridad de que nadie ni nada colmará ese vacío. Ese hacer daño hasta la misma luz. Ese sentirse avergonzado de estar vivo mientras el amigo se enfría bajo la tierra. Sirva todo lo dicho para pensar en ése montón de personas que han traspasado el umbral de nuestra confianza y se han convertido en compañeros del camino –a la distancia muchos de ellos. Vaya un cariñoso recuerdo y un ¡gracias! Desde lo más hondo del corazón ■ ae
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