Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero decís: vemos. Y vuestro pecado permanece. Ahí está el veneno de la enfermedad de la conciencia farisaica. Esa conciencia no quita la ceguera respecto a Dios –porque somos ciegos, lo queramos o no- pero intenta convencernos de que vemos. Y lo intenta afirmando de sí misma que ve, y si ella ve, tú tienes que ver. Pero la suya es una clarividencia ilusoria, una especie de histeria cultural, de paranoia ideológica. Y es así porque su resultado es el desprecio, la autosuficiencia ante los pobrecitos ciegos que andamos a tientas ante el misterio. Sí, somos ciegos, niños ciegos que no recuerdan su nacimiento, ni el rostro de sus padres…pero les reconozco, y me reconozco, en sus caricias. Ciegos que de vez en cuando son acariciados aquí abajo por Alguien. Y uno, entonces, se siente amado y ama. Y palpa un poco el misterio, la gracia…¡ciego! Si fuerais ciegos no tendríais pecado. Pero decís: vemos ■ ae
October 11, 2008
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