¡Las pasiones del alma! Asunto que ha preocupado desde el principio de los tiempos a filósofos, poetas, dramaturgos, poetas, psicólogos y novelistas. En general las pasiones nos dilatan, nos hacen abrir los ojos a realidades nuevas, nos hacen grandes. Dios creó el mundo y la pasión nos hace descubrirlo. La Creación es una fiesta, una maravilla que hay que descubrir – a veces, a la edad de uno, con prisa. Con esa prisa del protagonista de Una Historia Verdadera que va a reconciliarse con su hermano montado en una cortacésped y afirma: voy lento porque tengo prisa. Pero hay pasiones que nos angostan, nos estrechan, nos encierran en un mundo que no es de Dios, reduciéndolo a una menudencia, a una miseria, a una atmosfera envenenada. Todo empieza y termina allí. Es el mundo sórdido de los jugadores de cualquier tipo, de los obsesivos políticos que están buscando constantemente los signos de identidad, de los escrupulosos religiosos que en la sordidez de sus conciencias se aferran a Dios, de los adictos al trabajo que como otros lo hacen a unas cartas de póker, a una apuesta por ese caballo, a un tapete de una sala tenebrosa…allí se concentra todo el mundo. Allí dentro transcurre toda la vida, lo que para ellos es vivir: lo demás es nada, ausencia, privación y destierro. En fin, todo: el ancho mundo que se extiende fuera de su conciencia pequeña y obsesiva. Vivir, para este tipo de apasionados angostos, consiste en barajar sus cartas entre las manos con tics mil veces repetidos, en reiterar una y otra vez los mismos rituales pensando que les traen suerte, tensar los músculos del alma según un arte ejercido en miles de ocasiones. Nada más. Estos hombres han conseguido la más radical y patética transformación de la realidad. Han suplantado la infinita riqueza de lo real por esas cuatro ideas entre cuatro paredes de las cuales depende el destino de sus vidas. Como Aladino, están literalmente encerrados en la Lámpara Maravillosa. Pero no, el mundo no se acaba ahí, en sus cuadrículas, en sus pensamientos reflejos y condicionados, en sus compulsiones, en sus miedos. Queda algo más que esos hombres han olvidado…¡queda todo! Un día, quizá, lo descubrirán y como el famoso verso de Dante “e quindi uscimmo a riveder le estelle”: de allí salimos a ver las estrellas ■ ae
September 30, 2008
IMPRESIONANTE
Sorprendente el estudio de la Universidad de Harvard: una científica norteamericana, Khette Föllen, descubrió con sus estudios que las personas que no tienen suficiente actividad sexual,apenas nada, leen los correos electrónicos y los blogs con la mano posada en el ratón... No, no, ahora ya no vale quitarla. Ya es tarde... Lo siento ■
despedidas
No es fácil. A veces en la vida hay que abandonar al borde del camino una mujer, un hombre, una empresa, una doctrina o una pasión para seguir otro destino, otra vida, que pensamos en conciencia que es mejor. La pensamos nosotros, lo que no quiere decir que sea compartida ni admitida por todos, o por algunos. Cuando eso suceda procura evitar al alejarte cualquier apariencia de vulgaridad o de traición. Sé buena gente. Esfuérzate en despedirte con la mayor delicadeza, precisamente porque sabes que será la última vez. Esas personas que anduvieron en nuestras vidas un trecho, cuyo umbral no volverás a franquear, son a las que debes despedir con el mayor cariño y respeto. Si lo hacemos el resultado, al menos en el secreto del alma, será no renegar de aquella parte de nosotros mismos que un día se comprometió con afectos hoy desaparecidos, o empresas que abandonamos. Incluso en permanecer agradecidos a lo que amamos y luego nos destrozó. Sufriremos, pero sin poso de amargura. No seas mal@, y despídete ■ ae
September 19, 2008
Los sentimientos de la vida nos ayudan a descubrir su esencia misma. Enfrentarnos a ellos nos hace descubrir el mensaje que nos quieren transmirir. Los sentimientos involucrados al relacionarnos con alguien deben de ser libertad absoluta, nunca posesión. Cuando alguien se siente dueño del otro se pierde la libertad, se debilita entonces todo. Sentimientos del alma. El amanecer llena mi vida de luz. Es La vida misma -mi vida- la que me da fuerzas para seguir viviendo. Vida llena de bendiciones; rodeada de un halo de misterio. Una creacion de mi pensamiento. Cuántas veces he creido verte en aquellos que se cruzan en mi camino, sin embargo tu camino y el mio aún no se han cruzado en este mundo tan lleno de luz ■ cg
September 16, 2008
de necrópolis y cosas peores
¿Hasta dónde eres capaz de llegar? Si excavas un poco, encontrarás hábitos muy parecidos a los tuyos. Los cimientos de una torre. Esa forma de construir equivocada. Si pasas al siguiente estrato, quizá encuentres restos de la barbarie. Esos ladrillos quemados indican claramente que la ciudad sufrió. ¿Hasta dónde eres capaz de llegar sin destruirlo todo? ¿Prefieres saber o contemplar esta forma casual, hecha de inconsciencia y constancia? Es un trabajo delicado y minucioso. Mira, si excavas un poco más, todo son cántaros rotos en millones de pedazos. ¿Sigues? Más abajo, los restos de una muralla. No es sólo el miedo. Quien hace cosas así es porque piensa que todo irá bien. ¿Y más abajo? Innumerables tumbas, cada una con su pequeña muralla. Al principio, fue una necrópolis. ¿Y más abajo? No hay más abajo ■ ae
September 15, 2008
pArTnERs
En medio de recensiones y críticas de libros y de las siempre obligadas summer readings con algún libro de Merton y otro de Harold Bloom, me pide uno de los editores del periódico un artículo en castellano, sencillo y fácil de leer sobre la amistad. ¿Sobre la amistad? -pensé- ¡qué fácil!. Y ahora, al momento de sentarme a escribir no sé por dónde empezar. ¿Interesantes las definiciones que de la amistad se han hecho a la largo de la historia? ¿Más útil buscar la voz amistad en el Diccionario de la Real Academia? Sin duda alguna, lo que más convence, lo más real, lo más verdadero, lo que de verdad puede tocar las fibras es aquello que parte desde la propia experiencia; lo que se ha escrito con la propia sangre. Al fin y al cabo, como dice don Gabriel, la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Por eso, porque la viví y experimenté y la sigo viviendo y experimentando, puedo decir que la amistad es esa gran compañía a la distancia; es comprensión ante el silencio. Es el reencuentro lleno de alegría y de entusiasmo cuando la vida da la oportunidad de volverse a encontrar. Hace unas pocas semanas tuve la oportunidad –inesperada totalmente- de pasar por en el sitio donde durante trabajé un tiempo, y me encontré con la misma calidez y la misma fraternidad de aquel mi primer día. Aquellos que se fueron –por que cambiaron de lugar o porque decidieron cambiar de tarea en su vida- también estaban allí en aquel momento. Estábamos todos. Viejos y nuevos. Me reencontré con la fraternidad y el cariño de seres humanos reales; personas absolutamente comunes y corrientes que hacen su trabajo en medio de vasos, mangas, pastries y sacos de composta. Aquella noche, ya en casa, las ideas rondando la cabeza –las mismas que ahora pongo sobre el papel- eran un torbellino: ¿Qué lazos se quedaron allí? ¿Es que con los años se madura y valora más la amistad? ¿Qué hizo que ésos lazos se hicieron más fuertes que la distancia? ¿De qué están hechos cada uno de ésos que parecen diferentes y que actúan distinto y al mismo tiempo son enteramente normales? ¿Es la camiseta que traemos puesta? ¿Fueron las horas de trabajo compartidas? Es todo eso. Me acordé de frase tan entrañable y tan profunda: erat cor unun et anima una. Tenían un solo corazón y una sola alma. Ese podría ser un buen sumario: un solo corazón y una sola alma. Unidad en la diversidad, por decirlo con las palabras que escuchábamos durante los días en que nos entrenábamos antes de entrar en la operación. Éste texto es, pues, la respuesta a la petición del editor de hablar sobre la amistad, pero se han convertido también –sin haberlo pensando al comienzo- en un reconocimiento a ellos, a mis partners, a quienes me siento más unido que nunca. Sin duda la vida nos llevará a cada uno por sitios distintos. Es posible que algunos no volvamos a vernos nunca. Pero el espíritu permanece, y es el mismo, y el recuerdo de la convivencia que compartimos es tan fuerte, que nos mantiene unidos. Unidos en el silencio, unidos en la distancia, unidos en la diferencia de modos de vida, de maneras de pensar, de sentir y de actuar. Pero unidos. Quien lo ha experimentado, podrá entenderlo. Mis partners, amigos: estas sencillas y mal escritas líneas van por cada uno de ustedes, son para cada uno de ustedes, por cada uno de ustedes, que saben ser amigos. Buenos amigos. Entrañables amigos y están ahí, ahora, con éste papel entre las manos y pensando –como yo lo pienso- “la vida nos dará la oportunidad de reunirnos y de re vivir lo vivido”. Al fin y al cabo la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Y la amistad compañía a la distancia, comprensión ante el silencio, el reencuentro lleno de alegría y de entusiasmo cuando la vida da la oportunidad de volverse a encontrar ■ ae
Solo renunciando a tu felicidad es cuando la encuentras. Todo lo demás es perder el tiempo. Y no tenemos mucho ■ ae
September 09, 2008
September 07, 2008
Cuento ésto aquí porque me da la gana contarlo. Conocí hace tiempo a un señor de los que te dejan huella. Tendría unos 75 años, tal vez más. Hablamos paseando por los jardines de cierto hotel y me contó la siguiente historia. Tenía seis hijos. Pero le dolía mucho que varios de ellos vivían en una situación irregular – irregular para los valores que él y su mujer les habían intentado inculcar. Sufrían los padres, y lloraban pensando en qué habrían hecho mal para que tres de sus hijos no se hubiesen casado por la Iglesia, no hubiesen bautizado a sus hijos…Un día fueron a Roma y fueron recibidos por Don Álvaro – para los que no sepan quién es Don Álvaro, digamos que fue un señor muy importante. Le enseñaron la afoto de toda la familia y se echaron a llorar. Le comentaron la situación de los hijos, y la frustración que tenían como padres. Les pidió que les indicaran quiénes eran los hijos en la afoto. “Éste, ésta y éste” , contestaron. Y él les aconsejó: “pues a éste, a ésta y a éste, son a los que más tenéis que querer”. Y así lo hicieron. Se propusieron con firmeza que sus yernos y yernas, sus nietos y sus hijos fuesen queridos y mimados de una manera especial. El hombre, llorando, me decía que hacia pocos días le había dicho el último hijo que le quedaba por casar por la Iglesia. Preguntó que cómo habían tomado esa decisión.
- Pues, papá, te queremos tanto que Isabel un día me dijo que no se perdonaría que murieses y te quedaras sin vernos casados como tú quisieras…que te ve como su padre, vamos. ¡Al final te sales con la tuya!. El hombre me lo contaba con unos lagrimones agradecidos, feliz, emocionado, jipando de la emoción. Y yo, escuchándole, pensaba “¿hace cuánto que no lloras, cabrón, por una cosa así?...¡¡¡qué lejos estoy de esta gente!!!”.
Que tomen nota la panda de cascarrabias , gruñones, avinagrados y pulguillas que en su cerrazón pierden nombres y apellidos por el camino en nombre de no se sabe qué principios ■ ae
- Pues, papá, te queremos tanto que Isabel un día me dijo que no se perdonaría que murieses y te quedaras sin vernos casados como tú quisieras…que te ve como su padre, vamos. ¡Al final te sales con la tuya!. El hombre me lo contaba con unos lagrimones agradecidos, feliz, emocionado, jipando de la emoción. Y yo, escuchándole, pensaba “¿hace cuánto que no lloras, cabrón, por una cosa así?...¡¡¡qué lejos estoy de esta gente!!!”.
Que tomen nota la panda de cascarrabias , gruñones, avinagrados y pulguillas que en su cerrazón pierden nombres y apellidos por el camino en nombre de no se sabe qué principios ■ ae
September 05, 2008
LA CUCARACHA Y EL CIEMPIÉS.
- Hola, ¿no te acuerdas de mí?
- Pues…no.
- ¿Será posible que no te acuerdes?
- No sé, me quiere sonar tu cara, pero no…
- Fue en la vida pasada, hace siglos, en un bosque…¿no te acuerdas?: yo era una cucaracha y tú era un ciempiés.
- ¡Ay es cierto!. ¡Cuánto has cambiado!
- ¡Ay pues tú igual, eh?!.... oye, por cierto, siempre quise preguntarte por qué me dejaste sin decir nada.
- Bueno…aquello duró mientras duró. Además , sí que me despedí.
- Pero tú me decías que me querías. Nos queríamos.
- Yo te decía lo que tú querías escuchar. No parabas de insistir en que te dijera que te amaba y al final decía lo que tú querías escuchar.
- ¡Pero yo te amaba!...¡si me hubieses dejado quererte!,¡si me hubieses dado una oportunidad!
- Yo no lo llamaría amor a eso. Era otra cosa.
- ¿ Qué cosa era, dime?: estaba dispuesta a dejarlo todo por ti. ¡Hubiésemos sido tan felices!
- No…no era amor. Primero fue pasión, fuego, ceguera…luego te tuve miedo…al final, lástima. Lástima de ti y de mí.
- ¡Tú me amabas!
- No, no te amaba. Sólo me enamoré una vez en mi vida y quemé todas las naves. Todas es todas. Enamorado no soy como me conociste. Ni siquiera yo sabía cómo iba a ser enamorado. Nunca lo supe hasta que sucedió.
- Lo hubiese dejado todo por ti.
- Eso no estaba bien. Dejar a tu Cucaracho, y a los dos cucarachitos…¡qué locura!. Hubiese pasado el tiempo, poco tiempo, y no podríamos soportarlo.
- Me hiciste mucho daño.
- Nos hicimos mucho daño.
- En fin…ya ves, ahora somos personas cuerpos humanos.
- Pues sí.
- ¿Eres feliz?
- Sí, muy feliz..¿y tú?
- Me iba mejor de cucaracha, la verdad....
■ ¡gracias, amigo Suso!
September 03, 2008
tAmBIén
¿Sabes qué te digo, carnal? (y fuera de viaje y amanitas y todo éso), pues te digo que el amor da resultado. Siempre. Que hay que creer con todas las fuerzas en la lenta eficacia del amor y del Amor. Y que Dios habla también a través de las películas, como habla a través de la poesia, Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor (San Juan de la Cruz) ■ ae
September 02, 2008
Puros e impuros
Desconfío de la moral. Es necesaria, hasta cierto punto. Y desconfío no porque los hombres la practican, sino porque a menudo se detienen en ella. Se paran y se miran en ese espejo de las normas y de las buenas costumbres, empleándola como medio para justificar lo más inmoral de sí mismos: su miserable autosuficiencia egoísta, su imagen de “buena gente”, de personas de orden y de bien, y su acritud a la hora de juzgar a los demás. No soporto la injusticia, la hipocresía de ciertos comportamientos, el hombre que se pregunta atormentado cuántas personas estarán en gracia de Dios en un campo de fútbol, y sufre por ello en su inconsciente histeria sin caer en la cuenta de su estúpida seguridad de elegido. Me duelen mis mentiras, las pasadas y las presentes, y al reconocerlas las quiero cauterizar. Sé, las he vivido, que hay una moral de los impuros y una de los puros. A los impuros el mal les da envidia. A los puros les inspira piedad. Los impuros se abstienen del mal por impotencia, por cobardía, o por la presión de imperativos legales, familiares, sociales…incluso por vergüenza. Los puros evitan el mal porque hay algo superior dentro de ellos que les da paz y alegría. Y los más paradójico es que hay impuros que creen en su pureza: rezan, cumplen los mandamientos, asisten a Misa y comulgan, imparten catequesis … Y hay puros que también. Y hay puros que tampoco. Destilo odio, resentimiento, sorprende verme en “este estado” y estoy hecho una mierda. Soy un mentiroso, un rencoroso, he engañado a mucha gente y no me queda conciencia. No voy a defenderme, entre otras razones, porque a lo mejor es verdad. Y que me lean los puros: al menos inspiraré piedad, que no es lo mismo que dar pena ■ ae
Subscribe to:
Posts (Atom)