October 31, 2008
Contaba el otro día alguien la historia -bastante sencilla y simple- de un niño que en medio de la clase repentinamente se dió cuenta que debajo de había un charco, y que la parte del frente de sus pantalones estaba mojada; no sabía cómo pero había sucedido. Nunca antes le había pasado. Y sabia que cuando los demás se dieran cuenta no habrá final, y que las niñas no volverían a hablarle mientras viviera. Gran sufrimiennto. En aquel momento el pequeñín volteó al cielo como buscando a Alguien. Y de pronto se dió cuenta que la maestra venia hacia él con una mirada que indicaba que ha sido descubierto. Inesperadamente y mientras la profesora camiba hacia él, una de sus compañeras derramó toda el agua de la pecera que llevaba en las manos sobre el regazo del niño, quien inmediatamente se dijo en su interior "Gracias, gracias". En lugar de ser ridiculizado, el niño fue objeto de comprensión por parte de todos. La profesora lo llevó rápidamente abajo y le hizo ponerse unos shorts de deporte mientras se secaban sus pantalones. El resto de la clase se dedicó a limpiar alrededor de las bancas. La simpatía fue maravillosa. Sin embargo, la vida no es tan sencilla, el ridículo que le habría tocado enfrentar al niño ahora cayó sobre su compañera. Ella trataba de ayudar a limpiar, pero más de alguno le dijo que se fuera "ya has hecho suficiente hoy; torpe" fue la última frase. Al final del día, antes de marcharse, mientras esperaban el autobús para ir a casa, el niño se dirigió como en un susurro a aquella niña: "¿Lo hiciste a propósito, verdad?", le preguntó. Ella, tambien en voz muy baja, respondió: "Yo también me hice una vez en los pantalones" ■ Yo me quedé pensando, ¡que Alguien nos ayude siempre a ver con más claridad las oportunidades de hacer bien a aquellos que están alrededor! October 30, 2008
Amigo... como te lo he dicho antes... a veces hay que saber cuándo partir.. eso no significa la rendición de nuestros actos, o la cobardía de nuestras acciones al querer dejar las cosas o a las personas atrás... hay ocasiones en las que el decir "hasta luego" es para evitar caer ante lo inaceptable, ante lo inevitable y que la situación te arrastre... PARTIR es dar la espalda por un segundo del cual no sabemos su duración, para poder recargar las energías, las fuerzas.. así el día que volvamos.. estaremos mas fuertes para dar ese abrazo que fue negado, esa sonrisa que fue tachada... Quizás ese día jamás llegue, pero en tu corazón siempre existirá el recuerdo que ahí estuviste cuando más se te necesitó, cuando NADIE ofreció NADA!.... y cuando el momento de recordar llegue, podrá darse cuenta que como bien dices la diferencia del "amor de AMIGO" al "amor por el OBJETO" ... Quizás es ahora que más te necesita. Lejos...para aprender a caer, aprender del dolor y de como poder levantarse... Quizás es el momento de partir ■ hnOctober 26, 2008
October 23, 2008
Me extraña que no sintamos envidia de quienes tiene la facultad de rezar, mientras que sentimos la mayor envidia de las riquezas y los éxitos exteriores de los demás ■ ae
October 20, 2008
de fanfarrones y cosas peores
¿De qué te sirve probar todas las bebidas si la impureza de tu boca altera su sabor?, ¿ qué sentido tiene ver todos los paisajes del mundo si no tienes en tu ojos el fulgor que revela su belleza?. Es la suficiencia vulgar del nuevo rico, del arrogante, del “intelectual” que necesita una guía y que la sigue por pura. Un imbécil que pasase la vida al lado de un sabio no comprendería la sabiduría mejor que la cuchara el sabor de la sopa. También es la suficiencia de algunos hombres de fe, muy entregados y dedicados a su santidad y perfección, que no salen del círculo de las frases hechas. Poco original esa aventura. Los que piensan que la suma de actos perfectos hacen un hombre perfecto…¡ja! El fanfarrón piensa, si fuese cuchara, que la sopa no tiene secretos para él. ¡Iluso! October 16, 2008
¿Que por qué me levanto todos los días, dices? Pues para escribir todo lo que pueda. Para reirme de mi sombra. Para saludar y sonreir por las mañanas. Para afeitarme y ponerme après rasage. Para beberme a la salud de todos, sobre todo de mis amigos, y de los que lo fueron. Para ser más valiente, y para intentar de verdad ser libre, hasta de mí mismo. Para No tener miedo: bueno... sí, tenerlo y mordérmelo, ahi etá el quid. Y siempre estar estudiando para ese Master en servicio y no graduarme jamás ■ aeOctober 15, 2008
Al final, la gran aventura es recibir, la actividad decisiva es la contemplación, la transformación mayor es ensanchar los cauces de la percepción, que se convierten en cauces de adoración. Adoración, y no gratitud, que también; la gratitud viene después y es una respuesta cabal. La adoración, sin embargo, es previa, y se confunde –en el tiempo– con la experiencia. Pedimos que se despierte nuestra capacidad de adoración, y manifestamos quererla. El hombre de acción, el verdadero hombre de acción (no el activista, el ansioso prueba-todo), ha comprendido que necesita una forma más vigorosa, más elástica de adoración. Un movimiento contemplativo. Su actividad es una plegaria, nerviosa y dispersa quizá, pero sincera ■ aeOctober 11, 2008
Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero decís: vemos. Y vuestro pecado permanece. Ahí está el veneno de la enfermedad de la conciencia farisaica. Esa conciencia no quita la ceguera respecto a Dios –porque somos ciegos, lo queramos o no- pero intenta convencernos de que vemos. Y lo intenta afirmando de sí misma que ve, y si ella ve, tú tienes que ver. Pero la suya es una clarividencia ilusoria, una especie de histeria cultural, de paranoia ideológica. Y es así porque su resultado es el desprecio, la autosuficiencia ante los pobrecitos ciegos que andamos a tientas ante el misterio. Sí, somos ciegos, niños ciegos que no recuerdan su nacimiento, ni el rostro de sus padres…pero les reconozco, y me reconozco, en sus caricias. Ciegos que de vez en cuando son acariciados aquí abajo por Alguien. Y uno, entonces, se siente amado y ama. Y palpa un poco el misterio, la gracia…¡ciego! Si fuerais ciegos no tendríais pecado. Pero decís: vemos ■ aeOctober 01, 2008
Tia Guille
En los niños, lo natural es la alegría. La necesitan como la respiración. No pueden vivir sin ella. Por eso inquieta tanto ver a un niño triste. Y si esa tristeza dura demasiado, sabemos que es preciso hacer algo, lo que sea, para eliminarla. Robar la alegría a un niño es un crimen como matar el canto de un ruiseñor. En los viejos, lo natural es la tristeza, el gesto huraño o la melancolía. La sonrisa de los viejos siempre es prestada, alguien se la ha puesto en los labios: a veces un niño o el recuerdo de su propia infancia. O el Espíritu Santo. La alegría de los viejos no es fácil. Si es auténtica, sólo tiene una explicación: se llama bondad ■
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